“SÉ AGUA, AMIGO”. ¿Cómo romper con los ladrillos metafóricos de nuestras aulas y de nuestras prácticas docentes?


   No necesitamos la NO educación

 

Con esta potente frase de la célebre canción de Pink Floyd  Another brick in the wall (“Otro ladrillo en la pared”) escojo empezar esta nueva entrada del blog, así como nuestra profesora Lola Torres suele abrir, como lo ha ido haciendo a lo largo de toda su asignatura, cada una de sus clases con un tema distinto pero siempre oportunamente escogido en línea con el contenido presentado. Y la elección no habría podido ser más acertada para expresar cómo la "no educación" (el uso incorrecto de la doble negativa en "We don't need no education" hace una irónica alusión al fracaso de un sistema educativo claustrofóbico) convierte al alumno en “another brick in the wall”, otro ladrillo más en la cárcel de la institución escolar. 

Os invito a ver el siguiente vídeo porque transmite perfectamente la idea de la cárcel que van formando los ladrillos-alumnos uno por uno, año tras año, en instituciones obsoletas, oscuras y cerradas (en un sentido tanto real como metafórico): 

                                             https://www.youtube.com/watch?v=YR5ApYxkU-U



"¿Cómo son tus clases? ¿De agua o de piedra"- nos preguntaba la profesora. 

"De agua. Siempre agua", le contestábamos en el chat uno tras otro. Clases "de agua", clases que fluyen y se transforman, clases permeables y abiertas al cambio, clases que se adaptan, se modelan y remodelan según las necesidades de cada momento y de cada persona. Sí, he dicho "persona" porque esto es cada alumno. Antes que todo: una "persona". Y a veces, con demasiada frecuencia, esto se nos olvida a los profesores. Y más cuando tenemos que lidiar con la realidad virtual, que se ha instalado durante la pandemia para quedarse. 

He empezado mi experiencia docente, la verdadera y la más dura, a través de un camino de piedras e intentando derribar los muros construidos con los ladrillos del miedo, de la distancia con respecto a una cultura totalmente distinta de la europea como es la bahameña, del bloqueo de una tradición educativa prioritariamente jerárquica... pero he intentado no rendirme. Día tras día, con esfuerzo y constancia, he seguido y sigo buscando que el agua fluya y filtre a través de algún pequeño hueco y confío en que, poco a poco, gota tras gota, esta agua irá rompiendo barreras, sin casi darnos cuenta. "Agua tranquila destruye puentes”, decimos en Italia. 

Y esta agua ha caído como lluvia inspiradora y regeneradora para sacarnos de las mesas y los pupitres horizontalmente dispuestos de las aulas tradicionales, donde los alumnos no se ven las caras y miran con respeto devocional hacia el docente, para llevarnos fuera, para poder soñar, al menos por un momento, con nuestra aula ideal. Un aula utópica, al menos en mi caso, pero en la que se derriban esos "ladrillos" (físicos, psicológicos y mentales) para favorecer la interacción, comunicación y dinámica entre los alumnos.

Aquí os presento este espacio utópico (o quizás no tanto), donde el prodesse (lo útil del aprendizaje) va de la mano del detectare (lo ameno del disfrutar de lo que se está haciendo): 




 Como podéis ver, gran parte del espacio lo dedico al aire libre, a la luz, a la naturaleza. Uno de los rincones que consideraría imprescindible es un pequeño jardín con pufs y sillas cómodas para poder debatir o poner en común dudas, inquietudes, contenidos aprendidos en clase o que se desearían tratar en futuro. Es una forma muy empática de socializar con los compañeros y bajar el filtro afectivo. En este espacio no imagino a la figura del profesor para que los estudiantes puedan expresarse con plena y absoluta libertad. El espacio exterior puede apreciarse  a través de los amplios ventanales (son pensados con cristales donde se pueden anotar ideas, expresiones, lemas, proverbios, todo lo que pueda dejar una huella afectiva en el alumno). 

Un espacio importante (e inevitable para que al profesor no se les quite la función de punto de referencia, lo que da cierta seguridad a los alumnos) es el rincón del "prodesse", de la enseñanza, llevada a cabo en una pizarra tanto interactiva (para poder sacar provecho de todas las modalidades de la virtualidad) como tradicional (eso sí, pero con tizas de colores, porque siempre ayudan a los estudiantes a fijar mejor los conceptos).

Asimismo, me gustaría que hubiera un rincón de pausa-café (o té o infusión), para que los alumnos pudieran levantarse un poco de las sillas, oxigenar la mente y activar los músculos y la circulación. Volverían a trabajar recargados de nuevas energías y aprenderían sentados en semicírculo para poder verse las caras y a la vez poder leer lo que anotaría el profesor, cómodamente sentados en sillas con respaldos ergonómicos para mantener una postura correcta y no cansarse. Además estas sillas tendrían ruedas para poder desplazarse a la hora de formar, como puedes comprobar en el poster, grupos de trabajo de cuatro personas.

No hay que olvidar la importancia de un rincón de lectura (una mini-biblioteca con libros en papel o digitales) y un ángulo reservado a las TICs (tabletas, ordenadores), para poder llevar a cabo investigaciones. 

En cuando al aspecto más propiamente lúdico (juegos de storycubes, pictionaries, cuentos encadenados de una mesa a otra, grabaciones de audios que continuarían sus compañeros, kahoots, etc.) preferiría que este se realizara en el espacio abierto. Deseo hacer hincapié en que, además de ser un jardín, este es a la vez un huerto urbano; de su cuidado se encargarán los propios estudiantes, plantando sus hierbas, flores y plantas como metáfora del árbol del conocimiento, que crecerá y dará sus frutos. Pueden anotar los nombres de personajes inventados o el nombre verdadero del ejemplar botánico en español para poder aprenderlo.

Todas estas ideas no han salido de la nada: tienen como fuente de consulta el libro titulado La gestión del aula de español. Desafíos y actuaciones. Madrid: Difusión, 2020, a cuyo prólogo hacía referencia la profesora Lola Torres en una de sus videoconferencias. 




Su interesante prolegómenos sale de la pluma de Vicenta González, formadora de profesores y profesora de ELE ella misma, que reflexiona sobre la gestión de los espacios en el aula, considerada, retomando una metáfora de Cazden, como una especie de “microcosmos”:

Entrar en el aula preparada para impartir una clase no solo significa tener claros los objetivos de enseñanza, los materiales que se van a utilizar, las dinámicas que se van a implementar; es algo más. Implica tener presente el lugar en el que se va a impartir la clase, entender el aula como un espacio propiciador de la interacción y como consecuencia del proceso de enseñanza y aprendizaje. Hacerse con el espacio del aula e intentar que todos los objetos presentes jueguen a nuestro favor facilita la integración de todos los participantes y ayuda a que nuestras sesiones resulten un éxito. La consideración del aula como un microcosmos en el que con cierta regularidad se reúnen alumnos y profesor con objetivos complementarios, aprender y enseñar, con sus propias normas y dinámicas de funcionamiento es algo que solo se consigue teniendo en cuenta tanto los agentes que intervienen como todos los objetos de que se sirven esos participantes para alcanzar los objetivos.


El aula de ELE no es por tanto un espacio cualquiera en el que impartir una clase. Es algo más, mucho más que esto. Cada micro-espacio tiene vida propia pero siempre en función del conjunto. Es, eso es, un “microcosmos”, un universo en miniatura. 


Os deseo a todos, docentes y alumnos, ser y seguir siendo "agua"








 

 



Comentarios

Entradas populares de este blog

¡Bienvenidos a este espacio de reflexión sobre la enseñanza de ELE!